viernes, 23 de octubre de 2009

MI PROPIA PLAYA, en poiesis teatral de Christian Lange

IMPRESIONES: "Mi propia playa", de Agostina López

Composición tema "mis vacaciones".
Relatar las vacaciones. Un tiempo fuera del tiempo y en un espacio fuera de lo cotidiano. El registro de la experiencia. Las fotos, el diario íntimo, el relato. La memoria. Ella cuenta fotos. Fotos que no vemos. Evoca imágenes que reconstruye a medias. Evoca unas imágenes mientras nos propone otras. Evoca con palabras y recontruye con la cámara. ¿Qué hiciste este verano?
Cuando el dispositivo (técnico) lo es todo (o casi).
La idea que está en la base de este espectáculo y la manera escénica de concretar esa idea son ambas estupendas. Allí está la cámara conectada al televisor todo el tiempo. Denise Groesman (actriz/performer) establece una verdadera unidad, un todo orgánico con esa cámara. Graba, observa, saca fotos, muestra esas y otras anteirores, muestra pequeños videos previamente registrados, reproduce algo de lo grabado en escena... Hace uso de todas las posibilidades de la técnica, del instrumento y de la relación con el cuerpo propio como el otro instrumento.
Mucho para ver.
¿Dónde mirar? ¿A la tele o a ella? ¿Un poco a cada una? Las tomas, los encuadres, los puntos de vista aquí nos abren enormes posibilidades de todo lo que sentados desde la silla en la platea no podemos ver (al menos no así). El espectador encuentra su mirada multiplicada y potencializada por la cámara de la intérprete. Ella potencia su propia expresividad también. Puede mostrarnos mucho más aún que con su cuerpo en soledad. ¿A quién hablarle? ¿A la cámara? ¿A nosotros? Mirar a uno y hablarle a la otra. ¿O viceversa?
Un juego después del juego.
Es un juego. Media hora allí en la complicidad de compartir un álbum de fotos que es un diario íntimo y es también el relato en primera persona de cuerpo presente. Habitualmente un juego evoca felicidad, y sin embargo... Aquí está la soledad, aquí está la tristeza, la banalidad, las pequeñas cosas, las nadas (¿post?)adolescentes. Ella, su novio, el pequeño surfer, el padre, la habitación del hotel, la playa, el aburrimiento...
El mensaje.
¿De qué se habla? De lo poco y nada que se habla habitualmente cuando se cuentan las vacaciones. Lo que se impone es el juego en sí: composición tema "mis vacaciones", pero ya no en tiempos de lapicera y cuaderno, sino en tiempos de cybershot, web, fotoblog, y de la misma soledad de siempre, un poco más cibernética, un poco más posmoderna, un poco más aburrida, igualmente atractiva y triste.
Coherencia.
El ensamble del trabajo de Denise Groesman con el texto y las ideas de la puesta y su dispositivo (responabilidad -todo ello- de Agostina López) es total: uno (yo) sale con la idea que la única actriz posible es esta, la única manera de interpretarlo es esta, y que lo que la Agostina López propuso sobre su propio texto es la mejor manera de convertirlo en experiencia teatral.

martes, 20 de octubre de 2009

mi propia playa en el SI!

MI PROPIA PLAYA"

Mírese adentro

A los 22, Agostina López debuta como directora con una obra muy íntima.

Por: Ivana Barbagallo

Réplica. La actriz Denise Groesman, de frente al ojo idiota.


La de la obra en cuestión,.Mi propia playa, podría ser la historia de una adolescente tipo, una obra que entra en el micromundo de una chica de 20 años, un monólogo para el público o un diálogo con su otro yo. Agostina López, de 22 años, por primera vez en el rol de directora, presenta su obra los viernes en Elefante Club de Teatro (Soler 3964), un lugar acorde con lo que expresa el guión. Una chica que se saca fotos y cuenta sus anécdotas vacacionales, con sus dudas infinitas sobre qué es lo que quiere en verdad y una metamorfosis en escena, propia de lo que se supone que es ser adolescente. 

"Ella encarna esa vulnerabilidad de la adolescencia: hay un nene y piensa que podría enamorarse de un niño, después aparece el padre del nene y se le cruza salir con él y también está su novio, que tiene su edad", describe la autora, que estudia Letras en la UBA, Dramaturgia en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático e hizo cuatro años de actuación con Nora Moseinco, la madrina de los actores jóvenes, donde conoció a Denise Groesman, actriz de su obra.

-¿Por qué una obra tan íntima? 

-Cuando voy al teatro me interesa mucho acceder a la intimidad de los personajes. En la obra, el público está muy cerca y se crea algo muy íntimo y ella cuenta cosas relacionadas con sus pensamientos más sinceros y se arma como la exacerbación de ella. 

-¿Tu adolescencia comparte cosas con la obra? 

-En un momento no sabía bien qué quería hacer. De hecho, creí que no me conocía bien a mí misma... Se me abrió un mundo cuando terminé la secundaria porque hay que definirse y por dentro me sentía muy indefinida. Empecé un camino de exploración personal con el teatro.

-¿Y en la puesta de esta obra qué encontraste? 

-Poder hacer un proyecto propio con las cosas que me gustaban, algo con lo que me siento identificada, algo genuino. Básicamente, creo que aprendí a ponerme en el lugar de directora y ahí crear en un lugar.

-¿Qué rol que gusta más: escritora, actriz o directora? 

-Me gusta más la dirección. Son diferentes cuestiones pero la sensibilidad que uno usa para escribir también la usa para armar una escena. La obra también tiene mucho de imágenes que se arman en el espacio y los textos que escribo siento que tienen muchas imágenes. 

-¿Cómo encararías la próxima? 

-Quiero investigar qué pasa con el erotismo en la adolescencia, es algo muy rico porque en esa etapa suceden muchas cosas y siento que tenemos el punto de vista de los programas de televisión, que banalizan el sentimiento.

viernes, 2 de octubre de 2009

Critica de Revista Siamesa

Por Ignacio Santillana.

En la época de las relaciones virtuales, en la que estamos unidos, conectados, todos somos amigos, nos sacamos fotos y nos mostramos; ella también lo hace. Le habla a una cámara de video esperando, tal vez, encontrar algo que no tiene, intentando completarse o, simplemente, responderse las preguntas sobre el amor que cualquier chica de veinte años puede tener. Ella nos muestra que las relaciones dentro de las nuevas redes sociales son tan frágiles como la unión de dos fósforos por el extremo de la llama. ¿Quién no hizo esta prueba cuando era chico y se quedó mirando cómo esos dos pedazos de madera de golpe eran uno? El que lo hizo sabe que es algo fácil, algo así como una conexión instantánea. ¿Pero qué pasa cuando no se unen? Agostina López nos cuenta, en Mi propia playa, que nosotros somos los fósforos que no se pueden unir, ni más ni menos que nosotros, por más que tengamos facebook, blog, fotolog o lo que sea; y que flotamos como tablas de surf en el inmenso mar y cada tanto nos chocamos, pero la mayor parte del tiempo estamos aislados sin entendernos.Ella es joven, está perdida como cualquier adolescente del mundo, y “lo bueno es que alguien te puede encontrar”. Le habla a una cámara obsesivamente, se muestra, juega. Intenta reconstruir una relación pasada, un verano en la playa: las primeras vacaciones en pareja. Enumera fotos, las construye en nuestras cabezas. Intenta, por sobre todo, volver a sentir algo que ya no siente. En esa necesidad se va la obra, en esa angustia desesperante de la cual es difícil salir y que cuando se sale uno se siente algo así como adulto, o por lo menos un poco, tiene sobre sus espaldas lo que se llama experiencia: eso que no se compra en ninguna parte y que muchas veces no sirve para nada.Mi propia playa es un monólogo que se sostiene con una inquieta actuación y un texto que dialoga con lo más moderno de nuestro tiempo desde algo tan antiguo como lo son las relaciones amorosas.


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